Por Félix Gancedo Gómez

Hace unos días se nos fue para siempre un ser humano de excepción;  un hombre cuya principal tendencia a lo largo de su historia fue querer y cuidar a Málaga y a los suyos;  su nombre era Carlos Gómez Raggio.

Tío Carlos era hermano de mi madre;  fue mi padrino de pila en la iglesia de San Juan allá por 1940;  pero no es el vínculo familiar lo que me fuerza a tener esta humilde atención hacía su persona escribiéndole un par de letras para recordar, desde la alegría y la tristeza, sus grandes valores y su hombría de bien.

Se casó con Lolilla Carrera el “Nazareno Verde”, su gran compañera y amiga;  ella le dio cinco hijos a cual mejor;  entre los dos los educaron inculcándoles los grandes valores humanos aprendidos de sus mayores.

Tío Carlos tenía un especial sentido del deber de la ética y de la estética;  cuidaba el vestir, los gestos y las palabras;  su presencia en los foros de las empresas e instituciones a las que pertenecía se hacía notar,  por la forma de exponer las situaciones, por su conocimiento, por su equilibrio y por su sensatez.

Desde los años cincuenta hasta finales de los ochenta, Carlos Gómez Raggio fue un referente en nuestra ciudad.  Presidente de la Cámara de Propiedad,  primer teniente de Alcalde, consejero de la Industria Malagueña,  director de la empresa familiar Gómez Raggio, etc, etc;  su tiempo pertenecía a Málaga, a la ciudad que le vio nacer.  Sin embargo, el tenía tres grandes amores en su vida:  su mujer, la Cofradía de la Esperanza (él adoraba a “su Virgen”) y el Real Club Mediterráneo; tío Carlos fue el “alma pater” de esta joya del deporte español.

Ciudadano de a pié, deportista, empresario, político de los antiguos, de los que hacían de la honradez y la honestidad unas virtudes normales.  Tío Carlos, con el transcurrir del tiempo, se fue convirtiendo en el gran patriarca de su familia y en una institución viva que emanaba sabiduría allá por donde le oyeras ó le miraras;  “que preciosidad como cultivaba el sentido del respeto y de la amistad”.

Si, se nos ha ido un hombre de excepción, para algunos su recuerdo quedará grabado en letras de oro en nuestra mente y en nuestro corazón.   Su caminar por esta tierra deseo dejarla plasmada en una bella frase con la cual él se sentiría orgulloso  “HONOR A UN GRAN CABALLERO”